Dos años, y suma y sigue

El pasado miércoles, día 13, caí en la cuenta que ya hace dos años que puse mis pies por primera vez en Boston. Volviendo a casa, por Massachussets Avenue, recordaba cómo había echo ese mismo recorrido hacía exactamente dos años antes, cargado con mis maletas, ilusiones y proyectos, y cómo me ha cambiado la vida desde entonces. Ya sabéis. Haciendo balance de todo este tiempo, no sólo puedo decir que la botella esta medio llena, sino que está casi a rebosar. Bien es cierto no todo han sido experiencias positivas, y ha habido que soltar alguna lagrima por el camino, pero así es la vida, ¿no? Además, he tenido la fortuna de conseguir ver el lado positivo a los malos tragos. Y, al final, creo que he aprendido mucho, mucho, mucho. Gracias a Dios y gracias a los que, a pesar de los miles de kilómetros que nos separan, habéis estado cerca cuando me ha hecho falta. Tengo una familia y unos amigos que no me merezco.

En fin, que me pongo sentimental. Volviendo a tocar tierra, el fin de semana ha sido excelente, aunque menos productivo de lo que yo esperaba. El viernes por la noche estuve con unos amigos en el cine. Esta vez fuimos a ver ‘Mutual Appreciation’, una película independiente, de bajo presupuesto, sin actores conocidos, pero muy buena. La historia, básicamente, es de un tipo, Alan, ventimuchos años de edad, que se va a vivir a Nueva York desde Boston para comenzar en serio su carrera musical. Pero eso es lo de menos. Lo más interesante es como el director trata sobre las relaciones de Alan con viejos amigos y con la gente que va conociendo a medida que intenta hacerse un hueco en la Gran Manzana. Me encantó como el director consigue meterte en medio de las escenas, en las conversaciones, haciéndote ser uno más en el círculo de Alan. No creo que esta película llegue a España, pero para los cinéfilos es un ‘must-see’. Y si no me creéis, leed las críticas en Rotten Tomatoes.

Eso fue parte del viernes. Ayer, sábado, tuvimos la ‘fiesta’ de comienzo de curso del departamento de Epidemiología, en un restaurante en Quincy Market, en pleno centro de Boston. Luego, por la tarde/noche, la fiesta continuó, esta vez con amigos de la escuela, en Mojitos, un disco-bar-pub en Boston. Hoy por la mañana fútbol con los españoles y por la tarde, finalmente, un poco de trabajo para que la conciencia no me remuerda por haber estado de parranda todo el fin de semana. En fin, muy ocupado, como siempre.